Capítulo de la concentración. Eliminar los obstáculos a la concentración. Identificar las causas del apego al mundo y el modo de enfrentarlas. Determinar los antídotos. Exhortación a abandonar el apego
4 Sabiendo que la visión superior bien acompañada
de calma mental destruye por completo toda pasión,
debo, primero, buscar la calma mental, que logran
con gran deleite los que no se apegan al mundo.
Capítulo octavo – La concentración
El modo de vida de los bodisatvas, Shantideva
༤ ཞི་གནས་རབ་ཏུ་ལྡན་པའི་ལྷག་མཐོང་གིས། །
ཉོན་མོངས་རྣམ་པར་འཇོམས་པར་ཤེས་བྱས་ནས། །
ཐོག་མར་ཞི་གནས་བཙལ་བྱ་དེ་ཡང་ནི། །
འཇིག་རྟེན་ཆགས་པ་མེད་ལ་མངོན་དགས་འགྲུབ། །
ཞི་བ་ལྷས་མཛད་པའི་བྱང་ཆུབ་སེམས་དཔའི་སྤྱོད་པ་ལ་འཇུག་པ། །
ལེའུ་བརྒྱད་པ། བསམ་གཏན་བསྟན་པ།
La calma mental (śamatha) es un estado de concentración profunda (samādhi) en el que la mente se enfoca en un solo punto sin distraerse y se mantiene fija en su objeto durante un periodo prolongado de tiempo, la duración mínima tradicional aproximada según ciertos textos es de cuatro horas, mientras que en la primera concentración del reino de la forma (dhyana) completo se puede mantener durante hasta veinticuatro horas. Carece de agitación y de hundimiento mental, y se caracteriza por una sensación de flexibilidad física y mental muy agradable.

Cuando el verso dice que la visión superior (vipaśyanā) está «bien acompañada» con la calma mental, puede entenderse de dos maneras: en el sentido de causa y efecto: la calma mental es la base imprescindible que permite desarrollar la visión superior; y también en el sentido de compañeras: una vez desarrollada, ambas trabajan juntas al mismo tiempo.
La visión superior es un tipo especial de sabiduría (prajñā) que nos permite ver la realidad tal como realmente es, sin las distorsiones que normalmente crea nuestra mente. Es como quitarse unas gafas empañadas y ver claramente por primera vez.
Cuando la calma mental y la visión superior se combinan correctamente, tienen el poder de eliminar completamente nuestras emociones nocivas (kleśa), es decir, todas esas emociones destructivas como el odio, la codicia, los celos, etc., que nos hacen sufrir.
Si queremos liberarnos del sufrimiento mental, debemos, en primer lugar, desarrollar la calma mental, y después cultivar la visión superior. Esta secuencia es necesaria porque no podemos generar visión superior si no hemos desarrollado antes la calma mental. Esto también lo vemos reflejado en el orden de las perfecciones: la quinta (la concentración) va antes de la sexta (la sabiduría); y en el de los entrenamientos superiores: en ética, concentración y sabiduría.
Es como aprender a caminar antes de correr. Sin una mente estable y concentrada, es imposible desarrollar la sabiduría profunda.
Pero para obtener un buen nivel de concentración necesitamos desapego, pues el deseo por los objetos mundanos externos (riqueza, fama…) e internos (personas queridas…) provoca agitación o hundimiento mental. La calma mental surge naturalmente cuando: tenemos pocos deseos y quehaceres y aprendemos a contentarnos con lo que tenemos.
Por lo tanto, debemos deshacernos del apego. Por otro lado, debemos hacernos con los métodos para buscar la calma mental. Para ello, se enseña que debemos apoyarnos en el cultivo de las ocho actividades que son antídotos para abandonar los cinco defectos, y en los nueve métodos para establecer la mente, etc. Para una explicación completa, debemos acudir a otros textos, como el lamrim.
Como dice el Compendio de instrucciones: «Quien tiene concentración conoce el mundo tal como es, y su mente no se agita, porque ha dejado de perseguir actividades externas».
La calma mental solo se puede desarrollar abandonando los obstáculos para su desarrollo, como el apego a lo mundano. No hay otra manera. Es como intentar ver el fondo de un lago: solo cuando las aguas se calman (dejamos de agitarlas con nuestros deseos) podemos ver con claridad. En medio de una vida ocupada y llena de distracciones es prácticamente imposible conseguirla.
Aun así, la calma mental, por sí sola, inhibe las emociones nocivas, pero no constituye un antídoto definitivo. En cualquier momento, por ejemplo, podríamos sufrir un accidente y perder esa concentración; podríamos morir y, en una encarnación futura —aunque conservemos algo—, iríamos perdiendo esa estabilidad mental si no continuamos meditando. Sin embargo, aunque no sea un antídoto definitivo, la calma mental es un requisito indispensable para alcanzar el auténtico antídoto, que es la visión superior enfocada en la comprensión de la vacuidad. Además, nos brinda poderes espirituales como distintos tipos de clarividencia.
El Sutra que revela el pensamiento dice: «La concentración reprime a las emociones nocivas. La sabiduría destruye totalmente tanto las manifiestas como las latentes». Kamalashila, en sus Etapas de la meditación, tomo intermedio, explica: «Por esta razón, quienes deseen alcanzar la sabiduría profundamente pura tras haber eliminado todos los oscurecimientos deberían meditar en la sabiduría mientras permanecen en la meditación de la calma mental».
Para llegar a comprender la vacuidad mediante una cognición directa —lo que verdaderamente elimina la posibilidad de que las emociones nocivas se manifiesten— necesitamos desarrollar la visión superior, que es un tipo de meditación analítica. Primero, mediante una cognición inferencial, comprendemos la vacuidad. Luego, llevamos esa comprensión conceptual a una meditación que combina análisis y estabilidad. De este modo, avanzamos en el camino hacia la comprensión directa de la vacuidad (cuyo análisis, al ser muy sutil, no la convierte en cognición conceptual). Al lograrlo, entramos en el camino de la visión y alcanzamos, por fin, un antídoto definitivo.
El camino de la visión consiste esencialmente en una visión superior apoyada en una concentración que pertenece a una de las seis concentraciones del reino de la forma. Esta etapa elimina por completo las emociones nocivas junto con sus semillas que son «objetos de abandono propios del camino de la visión».
El camino de la meditación, que también tiene por naturaleza una visión superior, se apoya en una de las nueve concentraciones puras, y elimina por completo las emociones nocivas y sus semillas que son «objetos de abandono del camino de la meditación».
Lama Tsongkhapa, en su Tratado abreviado sobre las etapas del camino a la iluminación, dice: « No veo cómo la concentración fija en un punto podría, por sí sola, cortar la raíz del samsara; y la sabiduría sin el sendero de la calma mental, por mucho que analice, no disolverá las pasiones. Esta sabiduría que analiza, meticulosa, el modo de ser, a la grupa del caballo de la inalterable calma mental, con el afilado sable de los razonamientos del Camino Medio y sin extremos, destruye toda mira de las nociones extremas. Mediante tan vasta sabiduría que analiza con tal precisión, el intelecto que comprende la eseidad se intensifica. De este modo he practicado yo, un yogui; asimismo, vosotros que buscáis la liberación debéis hacer lo propio».
