Don Agustín Rivas Vásquez nació en el pueblo Tamshiyacu, en las orillas del rió Amazona. Mientras crecía, estaba expuesto a las prácticas de los chamanes, como mucha gente en las comunidades en la Amazonas. Cuando niño vio a un ´Banco´ famoso, es decir un chamán supremo que le hizo volver a su madre, de la ladera de la muerte causado por una flecha mágica mandada por un chamán/brujo. Don Agustín Rivas Vasquez vió como este ´Banco´ extrajo la flecha mágica desde su mosquitero donde se sentó mientras incorporaba y manejaba espíritus chamánicos.
La vida de Don Agustín tomó un desvió cuando le mandaron a la ciudad de Iquitos a sus 13 años, para atender la escuela seminaria, donde apoyó al sacerdote y al chico del altar. Sin embargo, escapó y salió a un viaje largo que lo llevó a Lima, volvió a Iquitos, a Pucallpa y al final llegó a su tierra de origen, al pueblo de Tamshiyacu donde vive actualmente. Don Agustín aprendió mucho en su viaje, pero sobre todo se ha convertido en un maestro trabajando con madera, con la cual hizo muebles finos en Lima.
Después de haberse establecido en Pucallpa, donde hizo crecer a su familia, su habilidad de trabajar con madera tomó otra forma cuando vió en una visión de ayahuasca, grandes cantidades de esculturas de madera, y escuchó la voz de su abuela contándole que él debe hacer estas esculturas. Así, su arte se desarrolló simultáneamente con su aprendizaje chamánico. Don Agustín empezó a esculpir las formas que había visto en sus visiones, creando esculturas increíbles que reflejan los espíritus del chamanismo de las Amazonas y varias criaturas que viven allá.
Don Agustín fue buscando en la selva árboles Remo-Caspi, que tienen sistemas de raíces muy particulares, para encontrar las formas de sus visiones. Así manifestó sus visiones por medio de las formas naturales de las raíces. A menudo, mientras trabajaba en sus esculturas, Don Agustín fue realizando dietas especiales para aprender mejor el uso chamánico de ciertas plantas, quedándose en retiro, y comiendo solamente arroz blanco, bananas verdes y un tipo de pescado puro durante uno, dos o tres meses cada vez. Cuando llegó el tiempo de mostrar sus obras, su maestro Don Ramón sopló un ´ícaro´(un tono mágico de una flauta) especial en un perfume, el cual ofreció a Don Agustín para poner en sus esculturas de modo que vendiera bien.
Don Agustin se hizo un escultor famoso, de conocimiento nacional e internacional. Le han invitado hasta el gobierno Austriaco para realizar una exhibición de sus obras. Al mismo tiempo, Don Agustín había empezado a sanar gente. Su maestro y su esposa, ambos chamanes, tuvieron un sueño en el cual empoderan a Don Agustín para empezar sus curaciones. Su práctica de curación empezó con niños pero pronto, después de muchos retiros y dietas en la selva, empezó a curar adultos también. Un gran momento en su vida fue cuando curó a su propio maestro Don Ramón, que había recibido una hechicería de su propio hijo. También curó a Don Eulogio Brio, un chamán Shipibo con quien estudiaba de vez en cuando.
Él sabía que estaba listo … había aprendido muchos ícaros y mariris de los espíritus de muchas plantas y sus viajes chamánicos, y había obtenido el ´Yachay´, o espíritu mágico que los chamanes amazónicos utilizan para curar daños de gente, y que son sus ayudantes espirituales en las curaciones. Sin embargo, lo que le hizo priorizar sus prácticas chamánicas sobre su éxito artístico fue un accidente terrible.
Estaba muy alto en un árbol cortando una rama para su escultura, cuando la rama se rompió y lo hizo caer. Para evitar una caída fatal, agarró una palmera con espinas venenosas que le rompió todos los nervios en sus brazos. Después de una cirurgía dolorosa en Austria, pagada por la misma gente que le habían invitado para mostrar sus obras artísticas, Don Agustin recuperó parcialmente el uso de todos sus dedos, pero sin tener sensibilidad en ellos.
No podía continuar su trabajo artístico en tiempo completo, entonces Don Agustín se dedicó a la curación de gente. Empezó a trabajar con drogadictos jóvenes, en un campamento en la selva, que tenía muchos kilómetros fuera Pucallpa, con lo cual logró llegar a grandes éxitos. También extranjeros venían para pedir ayuda. Al final, mucha gente de afuera se interesó en su trabajo y le llevó a los EEUU y Europa para realizar talleres sobre chamanismo peruano amazónico. Más grupos de estos continentes empezaban a venir a su campamento en la selva. Sin embargo, los productores de coca le botaron de su campamento y Don Agustín decidió volver a su lugar de nacimiento, el pueblo de Tamshiyacu, donde construyó un campamento nuevo en la selva.
Nombró su campamento ´Yushin Taita´, y gracias a su gran habilidad como constructor y gran devoción al trabajo duro, lo ha cambiado en un paraíso donde tanto gente local como extranjeros vienen para curaciones. Mucha gente de todo el mundo le visita, y una Universidad de Ayahuasca y una Clínica de Sanación están establecidos, donde gente viene para curación, visión, transformación y fortalecimiento. Más tarde construyó otro campamento, más profundo en la selva, donde va con gente para realizar retiros especiales. Se llama Otorongo, o Jaguar, y contiene una construcción colonial increíble que Don Agustin veía en un Sueño; funciona como templo para ceremonias de curación y cómo dormitorios.
La sensibilidad artística de Don Agustín encontró otra manifestación desde el chamanismo. Él es un muy buen músico (algo que siempre ha cultivado en su vida) que realmente puede curar por el poder del sonido. No solamente con los tonos tradicionales de flautas (ícaros) o con cantos mágicos (maririrs), pero también con instrumentos no-tradicionales como maracas, tambores, hasta con una armónica. Creó un instrumento que le enseñaron en una visión: el ´Arco del Duende´, que produce la música más suave, y que lleva a gente a viajes en mundos mágicos increíbles.
Por medio de su música y poder curativo, Don Agustín es un alquimista maestro, que sabe cómo manejar los cuerpos emocionales, físicos, mentales y espirituales, y cómo llevar el bienestar a las vidas de la gente. En mi opinión, representa lo que es chamanismo; es decir, el compromiso personal con las fuerzas que nos rodean, y la capacidad para convertirlas en patrones energéticos benéficos y hermosos para llevar salud, amor, felicidad y prosperidad a las vidas de la gente. Don Agustín no tiene compromiso solamente con las fuerzas naturales y supernaturales que nos rodean, sino también con las fuerzas concretas (aunque tal vez no tan reales) de la modernización que transforman cada vez más a culturas en áreas remotas del mundo. Abraza y brinda bienvenida a cambios, y él es capaz de convertir objetos consumidores en herramientas mágicas curativas, como en un juego de niños, y sabe convertir contaminantes como el estrés a fertilizantes para la tierra (él hace que la gente vomite su estrés).
Por Miguel A. Kavlin